Apps ligeras para Android

Resulta que mi smartphone no es gran cosa y dadas sus limitaciones tengo que procurar instalar programas que consuman pocos recursos. Esto ha hecho que haya tenido que dedicar bastante tiempo a rebuscar por Google Play. En este post incluyo buena parte del resultado de estas horillas fozando con el mancontro.

Todos los programas que se indican abajo son gratuitos y ligeros, y cumplen con su cometido sin desperdiciar recursos con funciones que yo, particularmente, no necesito, o al menos puedo vivir sin ellas. Ello no quiere decir que sean aplicaciones salchicheras, varias son muy completas. En muchos casos he probado programas que consumen menos recursos, pero que no me han parecido suficientemente buenos, y por eso no aparecen en la lista.

Al lado del nombre de cada app aparece el tamaño de la descarga a día de hoy desde Google Play.

Brigthness level (119 kB): widget para configurar el brillo de la pantalla.

Business Calendar (3,09 MB): aplicación de calendario. Hay millones de estas, aunque esta es a la vez muy completa y razonablemente ligera. Incluye widgets, sincronización con calendarios de Google, recordatorios…

Despertador (Alarm) Xtreme (685 kB): La aplicación que más odio. Si tienes el sueño ligero te valdrá cualquier despertador, pero si te conviertes en un ladrillo sordociego al meterte en cama, como es mi caso, te vendrá bien que te pregunten el resultado de tres operaciones matemáticas del estilo de 843-179*3 para poder apagar el despertador, entre otras muchas posibilidades.

Docs To Go (6,25 MB): programa para abrir y editar archivos de Office (también abre pdf). Alternativa más conocida: OfficeSuite (32 MB, no permite editar archivos).

FlashLight (67 kB): linterna (usando el flash de la cámara o la pantalla, el color es configurable). Hay infinidad de alternativas en Google Play con las mismas funcionalidades que ocupan típicamente aberraciones como 5 MB (¿¿¿¿para encender una lucecita????).

Mobi Calculator FREE (187 kB): calculadora científica.

Multiling Keyboard (337 kB): teclado. Hay que bajar el plugin de idioma (Plugin Spanish, 593 kB). Tiene función flow -si es que os gustan esas trapalladas-, y sus predicciones son medianamente decentes. Consigue que no eche demasiado de menos SwiftKey (25,81 MB).

Next (4,01 MB): Navegador web. Hay alternativas más ligeras, como las versiones mini de otros navegadores, pero a mí me han dado algunos problemas. De todas formas una de las elecciones más difíciles y personales es la del navegador… A mí me gusta este, hasta que lo cambie dentro de unos días.

Noodles free (2,49 MB): lista de tareas pendientes con categorías y niveles de priorización, aplicación indispensable para una procrastinación sistemática (no dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana). Más conocida es Any.DO (10,27 MB), que es similar, aunque con una interfaz más cuidada.

Sound Search for Google (656 kB): widget para reconocimiento de canciones. No es gran cosa (no debe haber mucho ruido ambiental para que furrule, no parece tener una gran base de datos…), pero alternativas como Shazam (9,12 MB), Soundhound (9,63 MB) o TrackID (4,87 MB) son más pesadas.

Transferencia WiFi File (505 kB): para acceder a los archivos de tu teléfono por WiFi. Airdroid (11 MB) es infinitamente mejor, pero si no necesitas acceder con demasiada frecuencia a los archivos del móvil te puedes apañar con esta.

TV Guía Es (1,55 MB): matriz de programación de TV. Incluye muchos canales e información sobre los programas.

Los de arriba son programas de interés general, pongo alguno más:

Chess (1,08 MB): ajedrez. Se puede jugar contra otra persona, contra el móvil (niveles de dificultad configurables) u online. Incluye ajedrez aleatorio de Fischer.

Free Guitar Tuner (320 kB): afinador de guitarra. Y de bajo. Y de ukelele.

My Car Locator Free (79 kB): si, como yo, siempre olvidas dónde puñetas has aparcado, esta es tu app.

Eso es todo, no olviden vitaminizarse, supermineralizarse e inhabilitar la app de Facebook.

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Elementoz de Cdiptogdafía

– Queridos niños, ahora que ya sabéis las vocales hoy vamos a empezar a hablar de técnicas criptográficas.
– Pdofe tengo mocoz.
– Pues te los comes. A ver, comenzaremos con un ejemplo. Suponed que Yosua quiere mandar un mensaje a Yénifer, pero dada la naturaleza comprometedora de la misiva teme que si alguien la intercepta la pueda leer.
– Ezo ez útil peze a lo que pueda padecer. Mi papi le leyó los menzajez del móvil a mi mami y la llamó pdoztituta. ¿Laz técnicas cdiptogdáficas pueden sed de audxilio pada solventad edte pdoblema?
– Edzacto, digo, exacto. Lo que voy a relataros os será de utilidad como futuros adúlteros y adúlteras.
– ¿Yénifed va a sed una adúltera?
– Supongo que no tanto como su madre. Bueno, a lo que íbamos. Resulta que Yosua ha metido un mensaje lleno de babosadas dentro de un cofre que quiere enviar a Yénifer. Tiene a su disposición un candado con su llave, y ella posee otro candado que se abre con otra llave diferente, la cual obra asimismo en poder de Yénifer.
– Puez ya eztá, Yozua cierra el cofde con zu candado y ze lo manda a Yeni, y azí ézta ya puede recibidlo zin temod a laz miradaz indizcretaz.
– Serías un genio si no fueras tan imbécil. ¿Cómo hace Yénifer para leer el mensaje si no puede abrir el candado de Yosua?
– Demonioz, ze me ezcapo eze zutil detalle.
– No importa, en el futuro siempre podrás trabajar como biólogo. ¿Alguien tiene otra idea?
– Puez yo le mandaría a Yénifer el cofde con el candado cerrado y la llave, laz doz cozaz, azí ya podría abridlo.
– Creo que tú vas a estudiar económicas, empresas o algo de eso. Te auguro un fastuoso porvenir. ¿No ves que si alguien intercepta el envío podría abrir el cofre con la llave?
– Nadie sedía tan retodcido.
– Me retracto, supongo que estudiarás minas, aunque no sé ni si acabarás. ¿Alguna otra genialidad que queráis aportar?
– Yo tengo una idea luminoza. Pada subzanar el inconveniente anteriodmente mencionado yo mandadía en codeoz diztintoz la llave y el cofde. Azí Yeni pod-dría abrir el cofde.
– Bueno, eso ya va estando mejor, ¿pero y si alguien intercepta ambos envíos?
– Cázpita.
– Vale, pista, tenéis que usar de alguna manera el candado y la llave de Yénifer.
– Yo una vez me tdagué un candado.
– Ahora cobran sentido muchas cosas.
– ¡Ya zé, ya zé! ¡Yozua envía el cofde con su candado cerrado! ¡Luego Yénifed pone al cofde también su candado y lo cierra! ¡Ze lo manda a Yozua! ¡Yozua quita zu candado y envía el cofde a Yeni, la cual ya puede abrir zu pdopio candado y leed loz improperioz que le ha mandado Yozua!
– Efectivamente, lástima que por culpa de un síndrome impronunciable te queden tres meses de vida si los hados te son propicios.
– ¿Me voy a modid? ¿Idé al cielo?
– Irás a la porra, niña. En fin, muchas técnicas criptográficas se basan en este acertijo aquí propuesto. Por ejemplo, si quiero enviar un número que significa algo (verbigracia, una clave bancaria) primero lo multiplico por un número muy grande que sólo yo conozco. En concreto, por un número primo, pero como tenéis tres años no os voy a liar con los motivos. Envío el producto al receptor (en el caso hipotético que nos ocupa, el banco), que lo multiplica por otro número primo muy grande que sólo él conoce. Me envía el resultado, el cual divido por el número por el cual yo había multiplicado la clave. Mando dicho cociente al banco, que sólo tiene que dividir este número por el que él había multiplicado previamente y ya tiene mi clave. Así puede comprobar que la clave es correcta, y el mensaje no ha corrido peligro aunque haya sido interceptado.
– Pdofe, Yozua ze ha hecho popó y le ha puezto el pañal de zombredo a Yeni.
– Me la suda.

(Teléfono de aludidos: 555-123456)

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Punto de fuga

– Hola, quería comprar un punto de fuga.
– ¿Ein?
– Que quería un punto de fuga, leñe. ¿Esto no es una tienda de arte de esas?
– Eurr, veamos, alma cándida, ¿usted ha dibujado algo en su vida?
– Bueno, no, pero ahora tengo un blog y quería ampliar aún más, si cabe, mis horizontes artísticos. Creo que no tengo límites.
– …
– ¿No les quedan, acaso?
– Sí, por supuesto que sí, ha venido usted al lugar adecuado. Tenemos puntos de fuga morrocotudos de todas las marcas habidas y por haber.
– ¿Entonces?
– El problema lo constituyen sus limitaciones a la hora de encarar las vicisitudes de la vida.
– Otia.
– Lo que yo le diga, caballero. Mire, si yo quiero dibujar algo poniéndome frente a ello utilizaría un punto de fuga, hacia el cual tenderían las líneas fugatrices.
– Ajá.
– Pero yo no tengo por que limitarme a una visión frontal de lo que voy a pintar. Si me coloco lateralmente a ello emplearé dos puntos de fuga. Si me planteo utilizar una vista aérea necesitaría tres. Y podría echar mano de cuatro o cinco para introducir una apariencia de tridimensionalidad en un dibujo bidimensional. ¿Me sigue?
– Má o meno.
– No importa. Adonde quiero llegar es a que lo que revela su petición de un solo punto de fuga. Usted no está siendo consciente de que siempre realiza un abordaje frontal de los problemas, sin darse cuenta de que en la vida hay cosas que sólo pueden apreciarse intentando acercarnos a ellas desde otro punto de vista, y del mismo modo pretende usted pintar el mundo como si no tuviera nada detrás, como si detrás de la cara de una moneda no hubiese una cruz.
– Caracoles. ¿Y qué podría hacer al respecto?
– Bueno, para empezar considero que una posibilidad a tener en cuenta sería emplear varios puntos de fuga en sus dibujos. Y pinte mucho.
– Me ha convencido, deme por favor una docena de puntos de fuga.
– Es que sólo se venden por cajas, vienen en cajas de cien y cuestan tres euros la unidad.
– Sielos, afirmo. En fin, todo sea por librarme de esta miopía mental. Tenga el dinero.
– Ahí tiene la caja.
– Voy a ver cómo son… Vaya, no consigo verlos.
– Lógico, como usted sabrá los puntos son adimensionales.
– Claro, claro. Bueno, gracias, buenos días.
– Un placer, que tenga un buen día.

Moraleja:

Si un buen negocio puedes hacer,
no lo dejes correr

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En las noches oscuras

Había fotos de mujeres desnudas por todas partes. Mujeres perfectas, con curvas que podrían ser utilizadas para calibrar un compás. Mujeres que invitaban a ser recorridas siguiendo un orden establecido, como en esos pasatiempos en los que hay que unir puntos para obtener una imagen. Contornos matemáticos, siluetas exactas, pechos algorítmicos.

Mientras, él esperaba. En silencio. De madrugada. En la calle no se oía más ruido que el de la niebla al impactar contra los edificios. Pero sabía que no estaría solo mucho tiempo.

Y justo en ese momento, se dio cuenta de que había alguién allí.

No había oído pasos. Levantó la vista. Y vio dolor. Y tras el dolor, un rostro. Un rostro rodeado por metal, como una acuarela encajada a codazos en un marco de aluminio. Estaba claro lo que hacía allí aquel tipo.

Se puso en pie y caminó hacia él. Y el ruido de sus pasos fue más tenue que el de la niebla. Y la distancia que les separaba fue cada vez más pequeña. Y, por causa del sueño, esa distancia parecía cada vez más difícil de recorrer.

El otro hombre tenía una pregunta que hacer.

Y cada palabra fue más dolorosa de pronunciar que la anterior, cuando dijo:

– Uf, buenas, ¿tiene algo para las hemorroides?

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